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EL MOVIMIENTO VANGUARDISTA EN HONDURAS

Del libro de don Oscar Castañeda Batres que hemos estado explorando, “Panorama de la poesía en Honduras”, en el sitio de Casasola Editores, encontramos hoy este otro fragmento que nos habla de otros artesanos de la palabra hermosa, cuya huella casi desaparece entre nosotros:
En la segunda década de este siglo (XX), al impulso de una nueva época, última flor de un mundo en decadencia, surge lo que se dio en llamar movimiento vanguardista: una poesía de imágenes, liberada de la sustancia vital, hecha de palabras con pretensión de vida propia. Creacionismo, ultraísmo, estridentismo fueron nuevas corrientes que tendieron a la destrucción total de lo que hasta entonces se consideraba como poesía.
Huidobro, el gran profeta americano de esta revolución literaria, quien decía buscar “el canto total del hombre total”, refiriéndose a su técnica de expresión, escribió:
“Todos los metros oficiales me dan idea de cosa falsa, literaria, retórica pura. No les encuentro espontaneidad; me dan sabor a ropa hecha, a máquina bien aceitada, a convencionalismo. Realmente no me figuro un gran poeta en heptasílabos o en octavas reales… la poesía castellana está enferma de retoricismo; agonizante de aliteramiento, de ser parque inglés y no selva majestuosa, pletórica de esfuerzos y ajena a podaduras, ajena a mano de horticultor.”
Y en otra parte agregaba: “Nada de anecdótico ni descriptivo. La emoción debe nacer sólo de la virtud creadora”.
Sería exagerado decir que este nuevo viento poético sopló sobre Honduras: apenas si alguna ráfaga desprendida del huracán rozó sus costas; y más en cuanto al propósito que en lo referente a la preceptiva. Me atrevería a señalar, quizá, a Constantino Suasnávar, quien en su libro Números (1940) parece afiliarse tardíamente a la poesía de vanguardia; o tal vez al Jacobo Cárcamo de Brasas azules, en que llamaba a la guitarra
Trozo de mar rugiendobajo los cinco alisios de una mano,
o a Martín Paz en su época inicial.
Mas creo que el único poeta a quien iban llegando las insinuaciones del creacionismo fue Marco Antonio Ponce. Desgraciadamente, Ponce fue un poeta a quien la vida frustró: nacido en 1908, falleció a los 24 años, el 17 de enero de 1932, trágicamente. Ismael Zelaya recogió, dos años después, bajo el título de Signos, lo mejor de su obra poética.
Poseído de enérgicos empeños, como dijo de él otro poeta, cantó las cosas maravillosas de su siglo XX. A las Torres inalámbricas —“esqueletos gigantes de la civilización”— hizo un himno anhelante de su propia porfía de elevación hacia el abismo azul y solitario:
Algún día otros mundos os dirán sus secretos
desde órbitas lejanas,
y vuestros paralíticos y vastos esqueletos
han de acariciar mañanas
tal vez con otro sol.
De su obra conocida, breve y bella, advertimos que evolucionaba hacia una poesía lúdica; pero no alcanzó en sus pocos años a sobrepasar los modos naturales de la poesía americana, aunque se reveló como lírico original, fuerte, visionario.
Soy el poeta del gesto muscular de la vida…, se definió a sí mismo; y, para probarlo, escribió un bello Elogio lírico del basket-ball.
Abrió un capullo de poesía social en su poema El espectro, canto de protesta y de militancia, en que quiso conjugar el impulso revolucionario con la prédica nazarena:
Oh, tú, humilde obrero, atlético y robusto…
Ya trazó en el cuadrante su elíptica la estrella
fugaz del capital,
y Marx está contigo,
y Cristo va a decirte:
Pues en verdad os digo
que el amor es la senda para la humanidad.
Levántate que es justo,
atlético y robusto
campeón de las miserias de la desheredad;
no arrodilles tu gesto
ni maldigas la vida;
ten el músculo presto,
ten la fragua encendida
para tu libertad.
En sus Nocturnos de noviembre y diciembre —de noche mortuoria uno y el otro de noche navideña— intentó la difícil combinación musical que utilizara José Asunción Silva, como ya lo había hecho Juan Ramón Molina en su Salón de retratos. Sólo a guisa de ilustración he aquí este breve trozo del Nocturno de noviembre:
Esta noche que trepida en el cordaje de los nervios
con extraño ritmo agudo de dolor y escalofríos,
volverán al mundo todos
los espíritus amados, poetas graves y silentes
del olvido.
Con las cuencas encendidas
por la chispa verde mate de un carburo sepulcral,
y los huesos ensamblados como sierra
en el cráneo abandonado por la luz de la razón,
en la ronda se irán riendo, riendo, riendo…
Hay una obsesión de muerte que recorre las páginas de Signos. Como si el poeta presintiera la suya —trágica y temprana—, escribió este poema de gran hondura:
La tarde nos mira con tristeza inmensa
hilvanar un hilo hasta el anochecer;
la noche nos mira sosegada, y piensa:
este es un hilo que se va a romper.
El alba piadosa vuelve de la nada
y torna a encontrarnos en el mismo ayer,
enhebrando el hilo de la vida amada
y es el mismo hilo que se va a romper.
Madeja de oro, tesoro de la juventud,
enhebra tu hebra que va a atardecer,
goza tu minuto de azul inquietud
que es el hilo de oro que se va a romper.
La vida es la misma, no te afanes, alma,
en mover la rueca vana del placer,
no te afanes tanto y escarda con calma
el hilo de oro que se va a romper.
Ocupados tanto en morir vivimos
que vamos viviendo como sin querer:
hilos que quién sabe de donde vinimos,
soy un débil hilo que se va romper.

Y ahora, Usted también lo sabe.

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